Viajar sola también es amor propio

No es huir. Es descubrir. Viajar sola no es estar sola… es estar contigo.

Durante años nos enseñaron que viajar sola era peligroso, triste o raro. Que una mujer viajando sin pareja, sin amigas, sin hijos… debía estar “escapando de algo”.
Pero la verdad es otra: viajar sola es una de las formas más bellas de reconectar contigo, con tu esencia y con el mundo sin intermediarios.

Cuando viajas sola, nadie te dice a qué hora levantarte ni qué lugar visitar. Puedes improvisar, descansar, caminar sin prisa, probar sabores nuevos, llorar si algo te emociona… o reírte sola frente al mar.
Te descubres en cada paso, porque no estás distraída complaciendo a otros. Estás contigo. Escuchándote. Cuidándote. Disfrutándote.

¿Y si no es un viaje lejos? No necesitas ir al otro lado del mundo. Puedes empezar con un día para ti en otra ciudad, una escapada de fin de semana, un tour que siempre quisiste hacer y que nunca priorizaste.
El destino importa menos que la decisión de elegirte.

Viajar sola es esto:

  • Tomar el control de tus decisiones sin explicaciones.
  • Sanar a través de lo que descubres fuera… y dentro.
  • Mirar el paisaje y saber que te lo regalaste tú, no esperaste a nadie.

 “Cuando una mujer viaja sola, no se pierde. Se encuentra.”

Sí, puede dar miedo la primera vez. Pero también puede darte alas.
Y una vez que lo haces, ya nadie te quita la libertad de saber que puedes estar contigo y disfrutarlo. Porque viajar sola es más que turismo… es un acto profundo de amor propio.

Así es que anímate y decide uno de estos días visitar esa ciudad que siempre te ha atraído, esa playa que siempre has soñado caminar, ¡anímate a ser tú!

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